martes, 22 de noviembre de 2016


En el artículo que meses atrás dedicamos a Domingo de Aguirre, maestro que realizó la obra de la iglesia de San Jorge de Santurtzi, concluimos que empezaría esta labor allá por los años 1560-65, y que la culminaría hacia 1575-80. Aquella debió ser la que configuró el trazado actual de tres naves, tres tramos y crucero, sobre el que más tarde se aplicaron algunas obras y modificaciones.
La nueva fábrica no se llevó por delante todo el edificio antiguo, pues Aguirre respetó algunos lienzos, entre ellos el correspondiente a un lateral, cuyo acceso llevaba una portada románica que se mantuvo hasta las reformas que se practicaron a finales del siglo XIX. Esta entrada es la que contaba con el famoso tímpano románico, que fue sustituido en su lugar por la escultura de un San Jorge que, dicho sea de paso, parece salido de una de las páginas del “Príncipe Valiente”.
La tarea de Domingo de Aguirre debió ser de tal envergadura que le obligó a avecindarse en Santurtzi, lugar en el que casó y dejó descendencia.
Como es lógico, una vez terminada la fábrica del templo se dio comienzo a la decoración y mobiliario interior. Esta circunstancia se nos confirma por medio de los libros de fábrica de la parroquia. Los registros de los primeros años dan muestra de una gran actividad: en el de 1585, según se apuntaba, se contrató al entallador Adrián (posiblemente se refiere al retablista cántabro Adrián de Bedoya) para que tasase el retablo. El mismo año quedó anotada la paga de 47.668 maravedís por una talla para la iglesia. Al año siguiente el retablo estaba casi concluido y únicamente quedaba una parte que debía ejecutarse por Hernando y Rodrigo de Larrazábal (posiblemente vecinos del mismo concejo de Santurtzi, pues encontramos referidos ambos nombres entre los vecinos del municipio en documentación coetánea). Se trata, como vemos, de asientos que vienen a confirmar la datación que hacemos del templo. Por si esto fuera poco, en la imagen representada en el cuadro del año 1584 (ya comentada en este blog), el aspecto que muestra la iglesia ofrece una hechura muy semejante a la actual, aunque sin la cúpula y sin la torre a los pies (esta se construyó en el año 1844), con el característico pórtico cubierto que rodea a casi todo el edificio. El aspecto exterior poco o nada tiene que ver con el alzado que se le podría suponer a la iglesia románica que citaba el cartulario del monasterio de San Salvador de Oña en el año 1075.

Cuadro de Santurtzi en el año 1586. Tal vez la pintura sea un tanto engañosa, puesto que ofrece la sensación de tratarse de una iglesia con planta de una sola nave sin tramo para el crucero, sin embargo, en el libro de fábrica se menciona expresamente la existencia del crucero en el año 1605.

Los años correspondientes a finales del XVI, debieron ser de bonanza económica en el municipio, ya que coinciden con varios encargos y mandas testamentarias. Por ejemplo, en 1586 se pagaron 117 reales a Sebastián de Castañeda, platero de Bilbao, por aderezar la cruz y la custodia de plata, y unos años antes, en 1573, Juan de Zuazo Villanueva, vecino del concejo, ordenó en su testamento que se entregasen dos cálices de plata por valor –ambos- de 50 ducados, uno para San Jorge y otro para su anexa de San Salvador del Valle de Trapaga. Es posible que uno de estos cálices sea el que actualmente se conserva en el Museo Diocesano de Bilbao.
También sabemos que en el año 1597 existía ya el coro, pues en esta fecha se indicó que el visitador comprobó que había un altar dedicado a Santa Ana, con su imagen, a la que le faltaba un brazo, y mandaba enterrarla bajo dicho coro, el cual se hallaría, como ahora, a los pies de la iglesia.
Estas obras que hemos mencionando debieron respetar gran parte del suelo de la iglesia, donde se hallaban algunos enterramientos, según se desprende de algunos pasajes del libro de fábrica. En el año 1605 el visitador general del arzobispado de Burgos, licenciado Antonio de Valderrábano, mandó que las sepulturas que estaban de media iglesia hacia adelante se llenaran de tierra y se allanase el suelo, para que el nivel llegase hasta la primera grada que llevaba a la capilla mayor. Seguidamente, indicaba que, en el crucero de la iglesia, las gradas del altar mayor se iniciaban sobre la sepultura de Lope de Bañales, y ordenaba a su sucesor, Martín de Bañales, que la quitase y sacase de la iglesia, dejándola desembarazada, sin bulto ni tumba, y que una vez quitada la tumba pudiese poner en su lugar una piedra y lápida sobre dicha sepultura, la cual podría elevarse media cuarta de vara. Sabemos que Lope de Bañales, señor de la casa-torre de Bañales en Santurtzi, había fallecido en el año 1563, es decir, poco antes o justo al tiempo en que Domingo de Aguirre construía la nueva traza. Razón por la cual suponemos que se habría respetado la citada sepultura familiar, y con ella cuantas se hallasen en el interior del templo.
Al año siguiente, en el de 1606, se pintó el retablo, y el encargado de hacerlo fue el conocido pintor bilbaíno Francisco de Mendieta, autor, entre otros, del famoso cuadro que representa la jura de los Fueros por Fernando el Católico. Con esta labor se concluiría ya, definitivamente, el ornato interior de la iglesia.
Las siguientes referencias se deben a elementos de menos enjundia, como “dos cabezas de cetros de plata”, realizadas por el maestro platero gasteiztarra Juan de Gardoque en el año 1632; la pintura de las cortinas, por el joven maestro pintor Francisco de Brustin Mendieta, nacido en Bilbao y de origen flamenco (nieto del citado Francisco de Mendieta), en el año 1634. También tenemos conocimiento de obras menores, como la albañilería de una de las capillas (la tercera), por el maestro albañil sestaoarra Francisco del Alisal, en el año de 1634, aunque es posible que, coincidiendo con este trabajo, se realizase alguna reforma más profunda; de hecho, el profesor Barrio Loza estima que en torno al año 1636 se llevaron a cabo grandes modificaciones en la estructura (enlace aquí).
El retablo mayor actual es obra del bilbaíno Vicente de Larrea Aldama, una obra que se limita a cumplir la función de servir como marco para las imágenes, sin ningún valor ni motivo añadido que merezca destacarse. El órgano sobre el coro es de comienzos del siglo XX, que, junto con el reloj de la torre, fue regalado a la iglesia por Luciano y Cristóbal de Murrieta.
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De cuantos elementos hemos venido comentando sin duda el más interesante y valioso es el tímpano románico. A este respecto me parece interesante incluir una gacetilla, publicada hace poco menos de 100 años en las páginas de EL NERVIÓN, escrita por Juan José de Lecanda, sacerdote y arqueólogo, asiduo colaborador en temas relacionados con el arte en Bizkaia, en la que analizaba la situación en que se encontraba el mencionado tímpano, del cual reclamaba su conservación y cuidado.

Tímpano románico de San Jorge de Santurtzi (reproducción en la Casa de Juntas de Abellaneda)

“Un hallazgo arqueológico.

Cuando, años atrás, se hicieron en la iglesia de Santurce importantes obras de ornato, me dolí y me lamenté de la destrucción y desaparición de su portada lateral románica, único testimonio que yo hallaba de la respetabilísima antigüedad de aquel templo.
Este atropello de lesa arqueología lo denuncié al público en un artículo de la serie titulada “Páginas de Piedra de la Historia de Vizcaya” encaminada, si ello era posible, a contener aquella inconsiderada vorágine y ansias de destrucción de todos los recuerdos del pasado que se había apoderado de este país, que debiera interesarse, más que otro ninguno, en vivir de los recuerdos y de la tradición.
Mi llorado amigo, el Marqués de Casa Torre, bajo el pseudónimo de El Riojano, correspondió a aquel mi artículo con otro, tan donoso como todos los suyos, lamentándose a su vez de la desaparición de una campana, en dicha iglesia de Santurce; campana a la que se hallaban vinculados gratos recuerdos, poéticas leyendas, confortantes añoranzas...
Ocupado, actualmente, en la restauración de esa maravilla del arte cristiano que se llama la iglesia de Siones, contemporánea a la primitiva de Santurce, andaba al rebusco de un modelo que tuviese la mayor justeza posible, toda la congruencia indispensable para exonerar el tímpano enjuto del arco o medio punto de la portada principal de dicha iglesia.
La fortuna me ha salido al paso, la buena suerte ha venido a mi encuentro. He hallado el modelo.
Yo creía que no quedaba, como he dicho, resto ninguno ni vestigio de la primitiva fábrica de la iglesia de San Jorge, de Santurce. Al visitarla, recientemente, he visto que estaba en un error; no han desaparecido en absoluto los restos de la primitiva edificación. Bajo el coro, en el suelo, y arrimado a una columna, se puede ver una gran piedra semicircular, de más de un metro de diámetro y unos treinta centímetros de gruesa, que fue el tímpano de la arcada románica de una de las portadas del templo. Se representa en ella, como en casi todas las similares de su época, y de una manera tosca y ruda en extremo, al Salvador, sentado en un trono, en actitud de bendecir, flanqueado de los símbolos o animales representativos de los cuatro Evangelistas, que asen entre sus extremidades sendos libros en forma ingeniosa y justa, y un festón del más puro sabor románico contornea el semicírculo de la composición ornamental: todo ello con un dejo local y de época sumamente apreciables.
Merece plácemes quien tomó el buen acuerdo de librar de la destrucción y poner a buen recaudo esta estimable pieza arqueológica, pero también merece ella aún que se la coloque en lugar más seguro, preeminente y ostensible que el que se le ha asignado, para proveer con cuidado a una conservación duradera de la misma y para que la haga objeto de estudio.
J.J. de Lecanda
Algorta, Agosto de 1916.”
Diario EL NERVIÓN, agosto 1916



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